Un diacono es un hombre llamado de su comunidad para servir a esa comunidad. Debe tener al menos 35 años de edad. Si
estuviese casado, debe vivir un matrimonio estable. El hombre que es llamado a ser diácono debiera ya estar viviendo un
estilo de vida diaconal. Es decir, debería ya estar activo tanto en los ministerios de la Iglesia y en el servicio de la
comunidad toda. Requiere además el permiso de su esposa. Se debe tener también en consideración el número de horas
requeridas para la formación. En la Arquidiócesis Primada de México el periodo de formación es de cuatro años, ocupando
normalmente dos noches por semana más la mañana del sábado para la formación y desarrollo espiritual.
Información General
¿Qué es un diácono?
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes
que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos. La doctrina católica, expresada en la
liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconoce que existen tres grados de participación ministerial en el
sacerdocio de Cristo: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
Los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo. El sacramento del Orden los marca con
un sello (carácter) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo "diácono", es decir, el
servidor de todos. Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros sobre todo en la
Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el evangelio y
predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de caridad.
El diácono es un hombre que ha recibido el primer grado del sacramento del orden. Se le han impuesto las manos para el
ministerio, es decir, para asistir al obispo y a los sacerdotes en la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la
comunión y en las obras de la caridad.
El sacramento lo fortalece para que pueda desempeñar estas funciones que son esenciales en la misión de la Iglesia.
Desde el punto de vista sacramental, el diácono puede bautizar, presidir en el matrimonio, celebrar las exequias, leer el
evangelio y predicar en la misa, distribuir la comunión y dar la bendición con el Santísimo Sacramento. Además, reza la
liturgia de las horas, por la que santifica la jornada, prestando su voz a la Iglesia que alaba al Padre.
El diácono, es, sobre todo, un reflejo vivo de Jesucristo que no vino a ser servido, sino a servir.
La institución del diaconado (Cfr. Hech 6, 1-6)

Los apóstoles tenían demasiado trabajo en aquella primera comunidad cristiana de Jerusalén nacida el día de
Pentecostés. Llegó un momento en que ya no podían atender personalmente todas las labores de la comunidad y
entonces decidieron delegar responsabilidades: escogieron a siete hombres buenos, llenos del Espíritu Santo, y les
impusieron las manos, destinándolos al servicio de las mesas de las viudas y de los huérfanos. Servidores, en griego, se
dice diáconos. Tenemos pues allí, en ese momento, la primera ordenación de diáconos para colaborar con los apóstoles
en la caridad práctica de aquella comunidad primera.
Desde entonces hay diáconos en la Iglesia y son el primer escalón del Sacramento del Orden. Para poder ser ordenados
presbíteros, necesitan ser antes diáconos y para poder ser ordenados obispos, necesitan ser antes presbíteros.
Pero el Diaconado no es solamente un paso obligado en el camino al presbiterado, es un ministerio que puede buscarse y
recibirse por sí mismo.

El diaconado reinstaurado

Durante los primeros siglos de la Iglesia, el diácono estuvo presente junto al Papa y los obispos. A ellos les tocaba la
administración del tesoro de la Iglesia; como llamó el diácono San Lorenzo a los pobres a los que él atendía. Poco a poco
fueron desapareciendo como ministerio permanente y quedaron ya tan sólo como un breve paso antes de recibir el
presbiterado. Actualmente se le pide a los seminaristas que son ordenados diáconos que ejerzan su ministerio por lo
menos durante un año en alguna parroquia de la diócesis antes de ser ordenados presbíteros. Les decimos diáconos
transitorios.
Después del Concilio Vaticano II, el Papa y los obispos consideraron que hoy de nuevo hacen falta quienes ejerzan el
diaconado en forma permanente, y decidieron reinstaurarlo e incluso darlo a casados que deseen servir a la Iglesia para
siempre. A estos hombres que aspiran al diaconado se les pide como primer requisito el que su esposa y sus hijos le den
permiso, es decir, estén de acuerdo en acompañar a su esposo y padre en el ministerio al que aspira.

¿Qué hace un diácono?

Los diáconos son ordenados para ejercer la caridad como ministerio propio. A ellos les toca servir a los más necesitados
en la comunidad, son la mano extendida de la Iglesia para dar, escuchar, consolar, alentar y dar esperanza a los que
tienen necesidad. En orden a la liturgia, pueden ellos presidir una celebración de la Palabra, dar la santa Comunión,
bautizar solemnemente, asistir a un matrimonio, proclamar el Evangelio en la Misa, predicar, presidir las exequias para los
difuntos y la Liturgia de las Horas, pero no pueden celebrar la Eucaristía, confesar ni ungir a los enfermos.
Poco a poco se va restaurando en la Iglesia ese primer grado del Orden Sacerdotal, y vamos descubriendo que son una
colaboración efectiva en la pastoral de la diócesis y de cada parroquia. No han sido reinstaurados para suplir al presbítero,
sino para colaborar con el obispo en una pastoral propia: la caridad. La Iglesia necesita diáconos

En las parroquias pedimos frecuentemente por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, ahora debemos añadir
nuestra oración para pedirle a Dios vocaciones al diaconado permanente.
Están llamados los hombres solteros, casados o viudos que desempeñan ya por muchos años una labor pastoral en su
parroquia y que reciben el apoyo de su párroco que los debe presentar y recomendar a la Comisión diocesana encargada
de su formación. Deben ser mayores de 35 años, tener un empleo que sea suficiente para el sostenimiento digno de su
familia, haber terminado la educación media o una carrera técnica, y tener buena salud. Si son casados deben contar con
el apoyo de su esposa y de sus hijos, tener más de quince años de casados al momento de su ordenación y vivir en
armonía con su esposa.
Deben tener tiempo para asistir a la formación que se les ofrece.
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